El destino es muy caprichoso, y no lo digo de manera gratuita sino que tengo una razón poderosa para ello. Un mes antes de mi experiencia zambiana hice un viaje con mi familia por Escocia, en el que tuve la ocasión de conocer en Glasgow la figura de David Livingstone (1813-1873), un misionero escocés que descubrió las cataratas y las bautizó como Victoria en honor a la entonces reina del Reino Unido. En Zambia le están muy agradecidos y prueba de ello es una estatua en su honor que ocupa un lugar privilegiado a la entrada del parque, así como una ciudad con su nombre:
Livingstone es, pues, una ciudad que vive en su mayoría del turismo y en la que poco hay que visitar culturalmente hablando, a excepción de su Museo que sí es bastante curioso aunque pequeño. Sus calles no reflejan ningún tipo de encanto, aunque sí que tiene mercadillos con souvenirs, bancos, mercado, supermercados y restaurantes con comida más occidental:
Para trasladarnos desde las cataratas usábamos estas furgonetas en las que nos metíamos los 18 voluntarios, más otros lugareños. No existen horarios de salidas sino que parten a destino en cuanto se llenan, algo muy habitual en la zona:
Las cataratas Victoria (Victoria Falls) son conocidas localmente como Mosi-oa-Tunya, el humo que truena, y justifican claramente la visita a este lugar. Son la parte más espectacular del curso del río Zambeze, la mayor caída de agua del mundo, con una extensión de 1.7 km y una altura de 108 m en la frontera entre Zambia y Zimbabwe. Están localizadas dentro del Parque Nacional de Mosi-oa Tunya y fue inscrita por la UNESCO en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad en el año 1989.
En agosto no están en su máximo esplendor pero son igualmente impactantes. Como calidad de voluntaria tenía una acreditación para acceder a ellas libremente (la entrada son 20 $), por lo que tengo fotos de diversos días y momentos, siendo los más especiales los atardeceres en los que la luz africana tiñe las aguas en un color cálido difícilmente descriptible. Además, con la cantidad de agua que emanan (lo que te obligaba a resguardarte o usar un impermeable) a menudo podías ver arcos iris. Sin más, os pongo unas fotos:
En la parte superior se puede acceder al borde mismo de las cataratas y bañarse en la Devil’s pool, una piscina natural justo en el precipicio accesible en la época seca. También puedes asomarte yendo despacio, pero yo no me atreví ni por valor ni por el agua taaaan fría. Os pongo imágenes del curso del río desde arriba y de la piscina desde el frente:
A parte de las vistas superiores, la visita también contempla bajar al llamado Boiling point, punto donde el río Zambeze crea un meandro tras la caída y sigue su curso aguas abajo. La bajada (y subida) aquí es un poco cansada ya que transcurre por bosque y porque es necesario tener cuidado con los babbons o monos, que pueden llegar a ser agresivos con las personas, y llegar incluso a atacar o quitarte la mochila/cámara, etc:
Eso sí, una vez en el Boiling point, os encontráis con esto:
También se puede disfrutar de unas vistas impresionantes desde el Victoria Falls Bridge, que separa Zambia de Zimbabwe, y en cuyo punto central los más atrevidos podéis hacer puenting y tirolina sobre el río. Si como yo os conformáis con admirar este fenómeno de la naturaleza os deleitareis con lo siguiente si miráis hacia el lado de las cataratas:
Y con el río aguas abajo:
Por último, en determinados días de la fase lunar puede accederse a las cataratas a medianoche para observar un arco iris lunar (la entrada es aparte), algo que también tuve la oportunidad de admirar y, aunque en las fotos no se aprecia, logré percibir hasta dos arcos iris simultáneos en plena noche cerrada (fijaos en la primera foto que, sutilmente, se puede ver). IMPRESIONANTE:
Una última visita que podéis hacer, cerca de Livingstone, es Mukuni Village, un pueblo tradicional que vive prácticamente del turismo, y al que tuvimos que acceder en taxi tras esperar en una furgoneta media hora sin que se llenase. Para entrar en él hay que pagar una entrada simbólica de 20000 kw (unos 3 € al cambio), con la cual contribuyes a su sostenibilidad al mismo tiempo que te acompaña un guía para enseñarte las casas tradicionales, explicarte costumbres y, en general, resolverte cuantas dudas le sugieras. Por supuesto, también encontraréis artesanía local hecha a mano por los locales:
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